La promoción del software libre debe ir acompañada por la plasmación de una economía no monetarista, no financiera, basada en los conceptos de función y utilidad, como medida de transacción y de tasación, en lugar del valor de las cosas o servicios, como en la economía actual, y como objetivos la maximización de esa función, funcionalidad y utilidad, uso de las cosas y servicios, en lugar de buscar la maximización del beneficio económico y de la acumulación de valor, o de deuda, como la actual, unidos, estos objetivos de una nueva economía, al íntimo e inseparable objetivo de la disponibilidad, de la accesibilidad generalizada de todas las personas a estos bienes y servicios para hacer uso de la función los mismos, ejecutar su utilidad y aprovechar su uso.
El software libre puede ser, a la vez que usuario de esta nueva economía, promotor estructural de la misma.
Puede ser una de las piezas claves en el desarrollo de esta nueva economía.
A escala global.
Esta nueva economía debe tener como ejes motores, al igual que el software libre, el bien común, el conocimiento colectivo, la compartición de ideas, la cooperación, en lugar de la competitividad. Tener en cuenta la valoración de las personas por el conocimiento que poseen y aportan (dinámicas generosas), en lugar de por el capital y bienes que poseen y que se quedan (dinámicas egoístas), y el prestigio de las personas y colectivos medidos por los mismos índices, antitéticos a los de la sociedad actual. Esto también supone un cambio radical de valores.
Esta nueva economía y este nuevo tipo de reglas y valores, traerían, como consecuencia, de manera automática, el desarrollo y proliferación de sociedades basadas en estos principios, por el mismo diseño estructural y por las mismas dinámicas y desarrollo de este nuevo tipo de economía y modelo de sociedad.
Sociedades en las que el software libre sería una de las principales maneras de gestionar el conocimiento colectivo, el bien común, los servicios a la sociedad, el acceso de todas a todo, la distribución justa de los bienes de este mundo y la materialización de sociedades justas y pacíficas, en las que sería agradable y alegre vivir, en lugar de suponer un ansia y un estrés insoportables para el ser humano.
Sociedades en las que, por diseño, se potenciara y primara el desarrollo de individuos y colectividades en toda su capacidad y posibilidades, no estando sometidos a dinámicas de explotación y exclusión, sino a dinámicas de cooperación, inclusión y respeto, respeto a todas y a todos, respeto a las minorías y a las y los más débiles, ya que al sustituir el motor de la competencia, de la competitividad, por el de la cooperación, el aporte, no se mediría a los seres por lo que rinden sino por lo que aportan, que no es lo mismo. No se mediría a las personas por lo que «valen» sino por su potencialidad de desarrollo y su aporte a la sociedad.
El aporte de los individuos a la sociedad no tiene por qué ser económico, material ni técnico. Puede ser afectivo, inmaterial, aporte de conocimientos y de saberes y aporte de ayuda y solidaridad. Estos aportes que indico, no tangibles, en las sociedades actuales se regulan valorándolos con referencia a patrones tangibles: el dinero, su valor monetario y financiero, con lo cual prostituyen la esencia misma de esos valores intangibles y su devenir, obligándoles a desarrollarse de manera no deseada, bastarda, impropia, al tener que dar cuentas medidas por un patrón monetarista y financiero, material, tangible.
Sin embargo, en una sociedad como de la que hablo, estos aportes intangibles serían evaluados con referentes propios de estos mismos aportes, referentes no diseñados desde el punto de la medición del valor (tangible) sino desde el punto de vista de la evaluación de la función que ejercen y de su desarrollo: todas y todos necesitamos cariño, afecto, cuidados, aprender y llegar a tener criterio propio, etc. Es necesario recibir y dar todas estas cosas por la función primordial que ejercen en el desarrollo del individuo y de la sociedad y también maximizar la función de estos aportes, haciendo, a su vez, generador y generadora, a cada una de nosotras y nosotros, de estos aportes para los demás. Es decir, el que recibe, también da y eso amplifica de manera exponencial la propagación de estos aportes necesarios.
No todo se puede medir, pero todo se puede evaluar. Uno de los errores más graves de las sociedades actuales, de las estrategias empresariales y también gubernamentales es querer medirlo todo para poder evaluarlo todo. Bien. Su error, craso y muy grave error, es el siguiente: no siempre es necesario medir para evaluar, pero lo que sí es siempre necesario es poder evaluar. Lo que queremos todas y todos en el fondo es poder evaluar lo que hacemos y nos han dicho que la única manera de evaluar es medir. Mentira. Se puede evaluar sin medir. Y no siempre se puede medir pero siempre se puede evaluar.
Para estos aportes intangibles hay que establecer maneras de evaluación no-métricas, no-medicionales, sino, más bien percepcionales, referentes a la percepción. Esto se asocia más con la idiosincracia propia del ser humano, de las personas, que las métricas tradicionales.
Y en estas nuevas sociedades, ergo economías, no monetaristas, no financieras, en las que la base no es el valor sino la función y las que el objetivo no es incrementar valor (acumular) sino incrementar función (disponibilidad y continuidad), funcionalidad, entendida funcionalidad en un sentido amplio que incluye disponibilidad, accesibilidad generalizada de todos a todo, y continuidad en el tiempo de los servicios prestados, tiene todo el sentido tender incluso a primar aportes intangibles evaluados de maneras no-métricas, sino percepcionales, que darían como lugar, a una sociedad infinitamente más humana, agradable, amable, vivible, que las sociedades en las que vivimos ahora.
El sofware libre está transido de toda esta filosofía que explico. Todo esto, es la base filosófica del sofware libre, más allá de consideraciones técnicas y meramente relativas a los sistemas de información, entendiendo, entonces, el software libre como una de las bases, columna vertebral, pilar y cimiento, a la vez que gestor, desarrollador y propagador, motor, de estas nuevas sociedades y economía.
No serían ya más las sociedades o sociedad de la información sino Las Sociedades del Conocimento, La Sociedad del Conocimiento, entendido conocimiento tal como lo predica la filosofía del software libre: conocimiento colectivo para el bien común. Entendido conocimiento como sabiduría, no como expertise, tal como se entiende actualmente.
Ya no queremos más expertos, ahora necesitamos a sabios.
Esto tiene que ver también con el Ecofeminismo.
Y ya no serían más los sistemas de información sino los Sistemas del Conocimiento. Los Gestores del Conocimiento. Los Sistemas del Saber, los Gestores del Saber. Los Sistemas de la Sabiduría o los Gestores de la Sabiduría.
Sería pasar de las sociedades anti-humanas a las sociedades humanas, de las sociedades diseñadas contra el ser humano a las sociedades diseñadas para la promoción de la persona, entendido la persona en su conjunto colectivo, individual y en unión coherente con la naturaleza, de la que es parte inseparable la persona, el ser humano.
De las sociedades de la tristeza endémica, infelicidad, a las sociedades de la alegría generalizada, la felicidad.
Las Sociedades del Conocimiento. Las Sociedades del Saber. Las Sociedades de la Sabiduría. Las Sociedades de la Felicidad.
Es posible, es el momento y lo tenemos que hacer.
Entre todos y todas.
Adolfo Ranero alias adoranser