Esta noche se celebra el nacimiento de un niño.
Un niño cuyos padres tuvieron que desplazarse centenares de kilómetros, en condiciones precarias, debido los caprichos de los gobernantes de su época, de hacer un censo de todo el mundo conocido.
Un niño, que, con sus padres, tuvo que nacer esa noche en la calle, en un pesebre, o en un cajero automático, viene a ser lo mismo, debido a su ausencia de recursos para conseguir una vivienda, esa noche.
Un niño cuyo padre, que tendría unos 17 años, obrero, que trabajaba de sol a sol, cuando tenía trabajo como carpintero, para intentar mantener a su familia
Un niño cuya madre, que tendría poco más de 14 años, vivía en un mundo en extremo patriarcal, en el que la mujer era poco más que una esclava, al servicio y órdenes de los hombres.
Un niño que prefirió anunciar su venida en las plazas, en las calles, a la gente humilde, a la gente normal, un niño que, cuando fue adulto, siempre prefirió estar con la gente de verdad, que siempre estuvo de parte de la gente como tú y como yo, en lugar de anunciarse a los políticos, ricos y poderosos de su época, ante los cuales siempre mostró oposición frontal, rechazo e intransigencia extrema con ellos y sus comportamientos, mientras su amor, tolerancia y comprensión con la gente normal, humilde, de carne y hueso, era máxima, infinita.
Un niño al que acudieron a ver las tres personas más sabias (magos) de su época, y ante el que esta gente tan sabia, tan experta, tan enterada de todo, llevó unos inútiles regalos, oro, incienso y mirra, ante los cuales el niño no tuvo más remedio que sonreír, compadeciendo el poco entendimiento de esta gente tan sabia, tan experta, tan enterada de todo.
Un niño que sonrió de alegría cuando recibió los regalos de la gente normal, humilde, de carne y hueso, un queso, un tarro de miel, y hasta puede que un corderito, gente que le daba no de lo que le sobraba, sino de lo que ni siquiera tenían para ellos, es decir, gente que practicaba la solidaridad.
Un niño que, pocos días después de su nacimiento, tuvo que salir corriendo del cajero, perdón, del pesebre donde había nacido, para escapar de las ansias genocidas, infanticidas, asesinas de las guerras, las fronteras y las concertinas con cuchillas, perdón, para escapar de las ansias genocidas de cierto gobernador de su provincia que fue capaz de todo con tal de conservar su poder.
Un niño que muchas y muchos creen que era Dios y que, en lugar de traernos un mensaje de poder, odio, imposición, miedo y obligación, montado en su magnífico caballo blanco, pues, resulta que nos trajo un mensaje de amor, humildad, sencillez, solidaridad, cooperación, bondad. Un niño que, en lugar de imponer vehementemente “El imperio de la ley”, pues resulta que venía a traer la República del Amor. Un niño que en lugar de creer en el castigo de la ley, creía en el perdón y la segunda oportunidad, o segunda mejilla, como te guste más.
Un niño que cuando fue adulto demostró que los problemas no se solucionan con dinero, que no son problema de dinero sino de distribución de recursos, porque resulta que, si entre todas y todos, juntamos los panes y los peces que tenemos y los redistribuimos entre todas y todos de nuevo, de manera justa y proporcional, pues, resulta que hay para todas y todos y, además, sobra mogollón. ¡Vaya! Parece un milagro.
A ver si va a resultar que el mundo no ha evolucionado tanto como creemos.
Ese niño vino a decirnos que la labor y el éxito de las mujeres y hombres de buena voluntad no sólo es posible, sino, además, necesaria, imprescindible y urgente.
Las personas de buena voluntad somos necesarias, somos imprescindibles, somos requeridas con urgencia. Y ahora sí estamos teniendo éxito.
Feliz Navidad.
¡Sí Se Puede!
adoranser