Imagínate que tienes un amigo que le va mal su empresa y te dice: «Macho, estoy al borde de la ruina, déjame esos 30.000 euros que tienes ahorrados, levanto la empresa, y luego te los voy devolviendo». Tú se los dejas. Es tu amigo de toda la vida y ¡hombre! cómo no se los vas a dejar.
Al cabo de poco tiempo, a tí te despiden sin esperarlo, las cosas te empiezan a ir mal y entonces vas a ver a tu amigo, que ya ha reflotado su empresa, y le dices: «Tío, me han despedido por sorpresa, a ver si me puedes devolver los 30.000 euros cuanto antes y mientras tanto, a ver si me das un trabajillo en tu empresa de lo que sea para tener para comer al menos».
Entonces, ante tu sorpresa, espanto e incredulidad, tu amigo te responde: «No me extraña que hayan despedido a un tiradete como tú. Ni soñando te daría trabajo en mi empresa, ¿tú te has visto, macho? En cuanto a devolverte los 30.000 euros pues es que, la verdad, aún no me he recuperado del todo y, simplemente, estoy cubriendo gastos… Vuelve dentro de un año o así a ver si te puedo dar algo… No todo de golpe claro… Bueno, macho, que tengo prisa y muchos asuntos que resolver. Si eres tan amable de salir de mi despacho…».
Atónito y ojiplático, abandonas su despacho.
Bien. Tú… ¿Qué harías con ese amigo?
Pues es exactamente lo mismo que los bancos han hecho con nosotros…
adoranser
Toda la razón. Y encima si te devuelven algo no es con su esfuerzo y dinero sino con el de todos.